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Exploración en relación a los imaginarios católicos en torno al dolor y al martitio

Calle de las 7 Cruces

Propuesta para un recorrido

 

Tener un cuerpo es padecer el cuerpo que tarde o temprano, con más o menos frecuencia, con mayor o menor gravedad, quiebra su unidad en el dolor y la enfermedad. Situaciones estas, que abren esa estancia donde uno puramente es, más allá del código y del signo; porque no hay nada más real, más presente, verdadero y autosuficiente que el dolor.

 

Éste, es el pasaje que hay que atravesar por las buenas o por las malas. Anticipación de la muerte. Y como pasaje, es llegar de un lado a otro, que es una nueva dimensión de lo humano. Es el estado de la vulnerabilidad, de la contingencia, de lo efímero de aquella perfección hecha a imagen y semejanza del Señor; donde la persona deja de ser lo que era, inocente, y pasa a otro estado del ser.

 

En la experiencia personal, mi cuerpo se constituye a sí mismo como campo de conflicto y controversia; se transforma en territorio de rebeldía, de resistencia. Es escenario, soporte, herramienta. Es la cara de mi yo. Es el vehículo y metáfora de mis emociones, sensaciones, sentimientos, pensamiento, acciones. Es la construcción de mis deseos tercos. Es el único que responde a mis exigencias. Y de él, aprendí desde toda la vida, a atravesar la enfermedad, y a tensar sus límites hasta llegar al placer.

 

Como mujer, estoy siempre sometida, por naturaleza, a ciclos de dolor y sangre. Como bailarina, trabaja una sobre los malestares físicos de un cuerpo al cual se le exige más allá de sus límites; como quiteña, heredo los martirios de una Santa Marianita de Jesús, exhibidos con orgullo en el Museo de nuestra Ciudad. Como persona común sufro las agresiones del medio y las constantes laceraciones de mi piel. Como síntoma, sujeto construido por una cultura, arribo al vacío existencial, al hueco en el corazón, nihilismo posmoderno; al desencanto de un sistema saturado que sobrexcita la experiencia, sin respaldo espiritual, y ésta queda en la nada.

 

¿Existe una diferencia entre los cortes y cicatrices provocados por “la naturaleza” y los provocados por mi propia mano? ¿Cuál es el borde de aceptación de un cuerpo autoroto o el atacado por el estreptococos, el estafilococos, dermatitis atópica…? En la experiencia, no hay diferencia entre autoagresión y enfermedad. El dolor físico es el puro vacío, donde la angustia ya desaparece. Es el fondo inenarrable del que uno solo sale solo. Nuevo.

 

 

¿dónde se aloja el dolor?

¿cuál es la distancia entre el corazón y la piel?

¿tiene éste un límite moral?

¿es aceptado dentro de un fin, un valor, un sentido?

¿después de atravesar la experiencia, sigue siendo un@ la persona que antes fue?

¿si nuestro cuerpo es una construcción de signos, cómo son nuestros mapas de dolor?

¿y qué significan?

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Proyecto

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Es un híbrido entre danza y performance que plantea el dolor como voluptuosidad y la autoagresión como límite que rebasa en una medida el instinto. La coreografía que será interpretada, es un trabajo hecho para una instalación que reflexiona sobre el corazón como espacio puro e intocado del deseo siempre en vigencia: Tu Cuerpo en el Mío. La idea es bailar esta coreografía que dura tres minutos (tiempo en que un glóbulo sale del corazón, recorre las venas y vuelve a él) como en un loop, una y otra y otra vez. Mientras tanto, el público irá apagando siete velas dispuestas en el espacio y cada vela menos será un corte en mi cuerpo más. En el final, se podrá apreciar el recorrido de la sangre en el espacio corporal y el externo.

 

FICHA TÉCNICA

Concepto, coreografía y ejecución: Valeria Andrade

Video, vj: Pedro Cagigal

Audio: Jorge Espinosa

Diseño gráfico: Dayana Rivera

Fotografía: Andrés Arízaga, Diego Bravo

Registro: Falco, Diego Arteaga

Producción: León Sierra, Ocho y Medio

Creative Commons como política de circulación
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